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Varias Leyendas de Mexico

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Mensaje por Integra_vamp00 Lun Jul 07, 2008 5:43 am

Varias Leyendas de Mexico LDM
La calle de la mujer herrada

En el año 1670, en una casa de la Calle de la Puerta Falsa de Santo Domingo vivía un clérigo en concubinato con una mala mujer. No muy lejos de allí se situaba un lugar llamado la casa del Pujavante, hogar y taller de un herrador quien frecuentaba el clérigo por ser su compadre. El herrador le aconsejaba renunciar a ese concubinato pero el clérigo no quería.

Una noche, el herrador fue despertado por unos golpes a la puerta de su taller, al abrir se encontró con dos negros que le entregaron a una mula y un recado de su compadre el clérigo, suplicando porfavor que le herrara, pues en la mañana cabalgaría hasta el Santuario de la Virgen de Guadalupe. El herrador le clavó las cuatro herraduras a la mula que después la entregó a los negros quienes le pegaron tan cruelmente al animal que los reprendió.

Por la mañana fue a casa del clérigo para saber el porque de su partida al santuario, pero le sorprendió encontrarlo dormido en la cama, lo despertó y le contó lo sucedido aquella noche. El clérigo negó tal partida y enviar algún recado, por lo que ambos supusieron que algún travieso les jugó una broma y para celebrar la broma quiso despertar a su concubina, pero no se movió, insistió y se percató de que había muerto. Se horrorizaron al ver las cuatro herraduras en las palmas de las manos y plantas de los pies, el freno en la boca y los golpes. Ambos se convencieron de que todo aquello había sido efecto de la Divina Justicia, y que los negros eran demonios.

Hubieron otros tres testigos del cadáver, el cura Dr. D. Francisco Antonio Ortiz, el R. P. Don José Vidal y un religioso carmelita, venidos al lugar de los hechos. Los tres respetables testigos acordaron el entierro de esa mujer en la misma casa y guardar en secreto permanente lo sucedido. Ese mismo día aquel clérigo, abandonó la casa para cambiar de vida y no se volvió a saber de él.


El fantasma de la monja

A mediados del siglo XVI vivió Doña María de Ávila, una mujer bonita, joven y acaudalada, quién se enamoró de un humilde mestizo de apellido Arrutia quién quería casarse con ella para conseguir fortuna y linaje.

Al enterarse Gil y Alfonso, los hermanos de Doña María, se opusieron al romance. Alfonso le prohibió a Arrutia verla pero el mestizo se negó, los hermanos decidieron darle mucho dinero con la condición de que se fuera a vivir lejos de la ciudad y él aceptó sin molestarse en despedirse de la enamorada. Después de dos años Doña María seguía en depresión y sus hermanos acordaron enclaustrarla en el Antiguo Convento de la Concepción. Allí siguió deprimida por el mestizo y rezaba por él.

Una noche no soportó más la falta del mestizo y se ahorcó en un árbol de duraznos en el patio del convento. Ella fue enterrada ahí mismo en el cementerio del lugar. Un mes después, el fantasma de la ahorcada Doña María acostumbró a aparecerse todas las noches reflejandose en las aguas de la fuente del convento cuando alguna novicia o monja se veía el rostro. Las madres superiores prohibieron la salida de las monjas a la huerta después de puesto el sol. Estas apariciones se prolongaron por mucho tiempo después.


La Calle de la Quemada

A mediados del siglo XVI, proveniente de la Villa de Illescas, llegó a la Ciudad de México Don Gonzalo Espinosa de Guevara acompañado de su bella hija Beatriz de 20 años de edad. Ella era generosa; misericordiosa y dadivosa con enfermos y pobres y por estas cualidades muchos caballeros la pretendieron.

Don Martín de Scópoli, un marqués italiano de Piamonte y Franteschelo se enamoró perdidamente de ella a tal grado que se plantaba en la mitad de la calle del hogar de doña Beatriz y oponía el paso a cualquiera de sus otros pretendientes, los enfrentaba a duelo por su impertinencia, pero Don Martín siempre los mataba.

Doña Beatriz amaba intensamente a Don Martín por su presencia, galanura y labia, pero las esquelas y los celos de él, le hicieron sentirse culpable y dolida por tantas muertes. Una noche decidió quitarse su belleza para terminar ese cortejamiento y así evitar más decesos y heridos. Beatriz arregló todos sus pendientes, espero a que su padre se fuera y posteriormente mando a su sirvienta a comprarle algunas cosas, así quedando sola decididamente llenó un recipiente de metal con carbón y le prendió fuego,luego quemó su rostro, se escucharon sus gritos de dolor. Un fraile que pasaba por su casa entró a rescatarla, cuando ella recuperó la conciencia le preguntó razones de sus acciones y ella le contó la razón de su proceder.

El fraile buscó a Don Martin para explicarle lo sucedido y la fue a ver, mas no se espantó de verle su rostro carbonizado, sangriento y desfigurado. Le dijo que la amaba por su cualidades no por su belleza y le propuso matrimonio. En la boda ella se cubrió su rostro con un tupido velo blanco y cada vez que salía a la calle con su esposo se cubría con un velo negro.

A partir de entonces, la calle donde vivió esta mujer se llamó La Calle de la Quemada, en memoria de este acontecimiento, esta calle actualmente es la 5a. Calle de Jesús María.


El charro y la partera

En cierta localidad a la parte norte del pais solía cabalgar un misterioso charro que se aparecía repentinamente a los habitantes. Una noche allí llegó un charro a solicitar los servicios de una partera y la llevó a su jacal, donde la partera asistió a su mujer hasta que parió. El charro regresó al lugar y le pago con varias monedas de oro, pero le advirtió que guardara en secreto el parto o se moriría. Indignada y asustada por la advertencia la partera entró a su hogar y espero a que se retirara el charro. Como no escucho las pisadas de su caballo pensó que seguía fuera de su casa y se asomó a la ventana para descubrir asombrada que no había nadie.

Ella estuvo confundida y recelosa durante varios días por la advertencia y la silenciosa desaparición del charro. Durante varias semanas estuvo absorta en sus pensamientos, y miraba extrañada a sus conocidos. Cierto día le platicó todo lo sucedido a una vecina quien le aconsejó no contárselo a nadie más y dejar las monedas en la iglesia, así lo hizo la partera. Sin embargo, a la mañana siguiente la partera amaneció muerta, pero con el aspecto de seguir durmiendo y algunos rumoraron que escucharon cabalgar al charro cerca de ahí. Se cumplió la advertencia de aquel charro, aquellas monedas desaparecieron y se rumoró que el charro regresó a recogerlas.


El Señor del Rebozo

A mediados del Siglo XVI en el templo de Santa Catalina de la Siena, había un crucifijo con un Cristo de madera esculpido por un anónimo y colocado a la entrada.

Al convento dominicano adjunto que atendía el templo, ingresó una muchacha que luego se convirtió en la monja Sor Severa de Santo Domingo. Al ver al Cristo, ella quedó tan conmovida de su mirada triste, pálidez y sus llagas que le rezó frecuentemente. Se volvió una costumbre que practicó diariamente por años y se hizo devota de aquel Cristo .

Después de 32 años, ella envejeció y enfermó, desde su celda rezaba a ese Cristo y lo llamaba. Una noche lluviosa ella tiritaba de frío por el viento que se colaba a su celda. Preocupada por el Cristo semidesnudo lo llamó para arroparlo del frío, además de verlo y adorarlo. De repente escuchó un suave golpe a su puerta. Ella se esforzó en levantarse y al abrir vio a un hombre semidesnudo parecido a ese Cristo. La monja le ofreció pan mojado en aceite y agua y le cubrió con un rebozo (chal) de lana. Inmediatamente después la monja falleció.

A la mañana siguiente encontraron su cadáver oloroso a rosas y sonriente, y al Cristo de aquel crucifijo cubierto con el chal. Desde entonces las monjas del convento bautizaron aquel crucifijo como el Señor del Rebozo que estuvo expuesto a los feligreses hasta la exclaustración de las monjas.


La confesión de la muerta

Una noche de hace siglos, un sacerdote apellidado Aparicio estaba cenando en casa de una noble familia, y de repente los criados le avisaron al sacerdote que un par de hombres tocaron a la puerta rogando por su presencia.

Él los atendió, le avisaron que una moribunda necesitaba confesión y los acompañó hasta un carruaje, que lo transportó a un barrio poco poblado hasta casa en ruinas bloqueada con tablones en las ventanas. Cuando tocaron la puerta una ancianita andrajosa y llorosa con una vela en la mano salió a recibirlo y le indicó subir al piso superior donde él encontró a una joven muchacha con fiebre, con vestido de terciopelo y una diadema en la cabeza, acostada sobre un petate; se dice que esta mujer era muy hermosa. Escuchó su confesión, seguro le contaba cosas terribles porque el padre sudaba frío y daba sobresaltos al escucharla. Después de absolverla de sus pecados, ella se debilitó al bajar los escalones, los superiores se derrumbaron. En el piso inferior no encontró a la ancianita y afuera de la casa ya no estaba el carruaje, al cual nunca escuchó marcharse, por lo que decidio regresar a la casa, pero ésta comenzó a cerrarse, y aunque él quiso detenerla, no pudo; de pronto, escuchó un alarido, una voz hueca que hubiese puesto los cabellos de punta hasta al más valiente.

El sacerdote, asustado, regresó presurosamente a pie a casa de sus anfitriones, a quienes contó lo sucedido. Después se percató de que no traía consigo su rosario ni su pañuelo blanco, de modo que el señor de la casa, ordenó a dos de sus criados que fueran por ellos a aquella casa. Cuando regresaron, dijeron que, aunque insistieron tocando la puerta nadie les abrió. El cura extrañado afirmó que él habia ido a esa casa y que dejó olvidados su rosario y su pañuelo blanco por lo que el anfitrión propuso que al día siguiente se reunirían para ir a dicha casa.

Al día siguiente se encaminaron a la casa e insistieron varias veces, pero nadie les abrió, por lo que un anciano se acercó y les dijo que hacía mucho tiempo que nadie habitaba esa casa, por lo que mandaron a traer a un herrero quien forzó la puerta. Entraron, pero no vieron a nadie, todos se asombraron cuando encontraron el rosario y el pañuelo del cura. Posteriormente vieron que del suelo salía un trozo de terciopelo. Los criados escarbaron y dentro de un ataúd encontraron un cádaver con un vestido terciopelo y con una diadema.

Desde entonces, el sacerdote se volvió introvertido, oraba a altas horas de la noche y padeció de insomnio. Nunca confesó el nombre de la muerta, ni lo confesado, por la ética de su oficio.


La confesión de un muerto

Cierta noche del siglo XVII, el abad de la Antigua Basílica de Guadalupe estaba a punto de retirarse de allí con sus familiares cuando llegó un hombre elegante a confesarse. Los familiares del abad lo esperaron y después de un rato él salió espantado, cerró las puertas sin esperar al hombre y apresuró a su familia a su casa sin dar explicaciones. En casa de ellos, el abad comentó que aquel hombre elegante era un muerto venido de ultratumba y que se volvió sordo del oído derecho después de oír la confesión que nunca reveló por ética de su oficio.

El Señor del Veneno

Don Fermín de Andueza era un hombre rico, virtuoso y estimado por la gente. Diariamente iba a misa al amanecer, cuando entraba y salía de la iglesia le rezaba a un gran crucifijo, le besaba los pies y depositaba unas monedas de oro en el plato petitorio.

Sin embargo, Don Ismael Treviño, que era egoísta y envidioso con todos, le tenía unos celos absurdos y siempre despotricaba contra Don Fermín e incluso le obstaculizaba algunos negocios y nunca pudo frustrárselos.

Su envidia se transformó en odio y un día planeó matarlo, aplicó un veneno de efecto paulatino en un pastel de hojaldre que le dio a Don Fermín con la mentira de ser obsequió de un concejal amigo suyo. Don Fermín se lo comió y Don Ismael lo espió para asegurarse de que surtiera efecto.

Al día siguiente en la mañana, Don Fermín estando en la iglesia, le rezó al crucifijo como de costumbre y al besarle los pies se ennegreció rápidamente, para absorber todo el veneno de Don Fermín. Los feligreses presentes se sorprendieron del fenómeno; Don Ismael también allí presente, se conmovió y se arrepintió de su odio. Le confesó su propósito a Don Fermín y él lo perdonó. Don Ismael abandonó la ciudad y nadie supo más de él.

Ese Cristo negro se destruyó en un incendio que sólo al Cristo perjudicó y fue reemplazado por otro que está en la Catedral de México.


La calle del puente del clérigo

En 1649, vivió el sacerdote Don Juan de Nava, quien cuidaba a su sobrina Doña Margarita Jáureguiya en edad núbil.

Don Duarte Zarraza, caballero portugués de buena presencia, conoció a Doña Margarita en una fiesta virreinal y la cortejó hasta hacerse novios. Don Juan investigó la vida de ese caballero y descubrió que tenía una vida disipada, también deudas y se separó de dos mujeres dejando vástardos. Así que le prohibió a su sobrina seguir el noviazgo, pero hizo caso omiso para tener un romance furtivo. Al caballero portugués también le prohibió lo mismo ni acercarse a la casa ni al puente cercano. Como el sacerdote siempre se opuso al romance, Don Duarte tuvo deseos de matarlo.

Una noche Don Duarte fue a casa de su amada para convencerla de escapar a Puebla de los Ángeles donde se casarían, pero repentinamente vio a Don Juan caminando por el puente. Don Duarte, ya iracundo, llegó al puente, discutió y le clavó su puñal al sacerdote en la cabeza, aquel cayó muerto y lo tiró al agua. Don Duarte se ocultó, porque muchos sabían de la oposición del sacerdote, y después se refugió en Veracruz por casi un año.

Pasado ese tiempo, regresó por Doña Margarita y una noche caminó por aquel puente hacia su casa ... no se sabe que le sucedió, pero a la mañana siguiente amaneció muerto con mueca de terror y estrangulado por un esqueleto sucio vestido con sotana hecha jirones que tenía clavado en el cráneo el mismo puñal que Don Duarte uso para matar al sacerdote. Se supuso que los restos de Don Juan poseídos por su alma, surgieron del agua para cumplir el deseo de proteger a su sobrina.

Tiempo después debido a esa leyenda, al puente y a la calle que después se formó se le llamó La Calle del Puente del Clérigo, y después se renombró a 7a. y 8a. de Allende.
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Mensaje por hell_girlycard Miér Ago 13, 2008 8:21 am

que miedo *o* creoq ue dotmire con mi mami naaa.!!
esta buena..no se a oidfo algo de vampiros?
...
-___-
alusino con ello...
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Mensaje por Integra_vamp00 Vie Sep 05, 2008 6:55 am

Creo que una vez vi un video de un relato de habistamientos de un vampiro...pero no recuerdo si era mexicana esa leyenda um.. scratch
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